martes, 21 de enero de 2014

Salvador Novo

Salvador Novo (1904-1974)



Desde diciembre del año pasado, me propuse escribir un ensayo sobre Salvador Novo, el cual tendría que estar terminado antes del 13 de enero del 2014, fecha de su cuarenta aniversario luctuoso. Obviamente, no logré mi plan, que incluía la publicación del texto nonato en alguna revista electrónica... Siempre me sucede lo mismo: tengo un cúmulo de ensayos en la cabeza que nunca escribo. Podría hacer una antología personal de escritos frustrados, lo cual, supongo, no es tan malo, pues el mismísimo Baudelaire hizo largas listas de proyectos que jamás realizó...

La razón de ser de ese texto aún incierto es mi admiración por Novo y, más que nada, por sus libros de juventud, llenos de un humor y una inteligencia que yo no tengo: mis ensayos carecen de la chispa de sus Ensayos. La más auténtica veneración nace de la envidia. Me gustaría poder escribir una obra como Return ticket, mezcla de relato autobiográfico, crónica de viaje y ensayo libre. Quisiera ser frívolo y despectivo como él. Mataría por conseguir algún día la suficiencia para mostrar el desenfado literario que Novo ostentaba a los veintiún años.

En fin. Sigo trabajando en dicho texto, que se basará principalmente en tres de sus libros de prosa: Ensayos (1925), Return ticket (1928) y En defensa de lo usado (1938). Prometo publicar el resultado en este blog. Por el momento, y gracias a la desvergüenza que me confiere la autoridad de ser el responsable de este sitio electrónico que nadie lee, copio a continuación uno de los XX poemas que mi autor incluyó en su primer libro. Lo hago mientras cuento mis propias canas, que aunque son ya más de tres me asustan menos que la calvicie que, como a Novo, me asecha desde la más tierna juventud. 




Primera cana

Primera cana

súbita
has sido como un saludo frío
de la que se ama más.

Pronto te me perdiste en el tumulto
no te he vuelto a encontrar,
pero te busco
indiferentemente
como se busca la casualidad.

No he de ocultarte a nadie
todo el mundo pasará junto a mí
sin sospecharte, absurda.
Sólo yo he de saber de ese tesoro.

Ahora escribiré algunas cosas humorísticas;
te me olvidarás en tanto
saludo a numerosas personas
y si el peluquero te descubre
me explicará científicamente tu presencia
y me recetará una loción.

Será el único que te sepa
pero lo callará por discreto y descreído
y serás en mí como un pensamiento
en medio de numerosa concurrencia.

Dentro de veinte años
te habrás perdido por el mundo
pero entonces ya será natural
que no se te encuentre
a la edad adecuada, entre las otras.

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